miércoles, 16 de mayo de 2012

la leyenda de la condesita



Hoy vamos a hablar de uno de los personajes importantes que gravitan en los destinos de la Familia García, nos referimos a la condesita.
Para la época de la muerte de Don Juan Jose García, la condesita era dueña de la hacienda de San Francisco, colindante con el rancho Corralillo.
Vamos a platicar la historia familiar que vincula a la condesita con la familia García, historia que nos dejo por escrito mi abuelo, Don Armando García Soldevila.
Corre leyenda...
(José María Velaco El Valle de México 1882)

1816, Es muy posible que el padre de Don Cristobal, siendo gachupín hubiera conocido al conde, también gachupín, dueño de la magnífica hacienda de San Francisco y que hubiera recomendado a su hijo para trabajar como caporal en la hacienda, Don Cristobal tendría entonces unos 26 años y conoció a la hija del conde, una bella niña conocida popularmente como “la condesita”
Era el padre de la niña un conde auténtico de la rancia nobleza castellana, tenía el conde simpatías con el movimiento de independencia y parese ser que los apoyó de alguna manera, ganándose algunas dificultades con las autoridades de aquel tiempo.
Fue en ese entonces que Don Cristobal de 26 años, habría conocido a la condesita, de apenas 11 años y lo que empezó como una bella amistad con el tiempo se convirtió en romance.

Nos podemos imaginar a los tórtolos paseando del brazo por la floresta, o quisás por “los ahuehuetes” o por “las huertas” de Exquitlán, paseos muy de moda en ese entonces, siempre acompañados por un chaperón o persona de respeto que los acompañara y que fiel a las leyes del alcahuete se hiciera de la vista gorda cuando la situación romántica así lo exigiera.



Debemos suponer que el padre de la niña no se opuso o fingió ignorar el romance de su hija con el joven caporal.
El conde murió en 1827, dejando a la condesita llena de dolor y heredera de todos sus títulos y bienes.
Puso la niña a Don Cristobal como administrador de la hacienda, se fijó un plazo de luto al cabo del cual ellos contraerían nupcias, pero...
1829, Nicolas Bravo se hace fuerte en Tulancingo en abierto desafío a Guadalupe Victoria, Presidente del México independiente, la guerra llega a la vista de los vecinos del lugar, la guerra y sus horrores están a la vuelta de la esquina, muchas personas quedan vivamente impresionadas con todo el despliegue militar, entre ellos la condesita, es facil entender que enferma de pánico buscara refugio en los brazos de su amado Don Cristobal y los muros de la hacienda, por supuesto no fue sola, la acompañaban amigos y familiares, fue Don Cristobal quien organizó la fuga y armó un grupo de fieles rancheros para tranquilizar a la condesita y sus acompañantes.
La huida duró tres semanas, esta convivencia los llevó a tener cierta intimidad eso si, muy casta y respetuosa.
Guadalupe Victoria manda a Don Vicente Guerrero a combatir a Bravo, el lugar no se presta para que las fuerzas de Bravo se pudiera apertrechar y después de  una breve batalla este es vencido por Guerrero.
Tras el cese de hostilidades, la condesita regresa a Tulancingo, pero el terror la había afectado física y moralmente.
1830, se ordena a todos los españoles abandonar el territorio nacional, al ser la condesita hija de españoles tiene que acatar la orden, por supuesto que antes de irse le regala a Don Cristobal la hacienda y las casas que tenía en Tulancingo.
Esta historia de amor se convierte en un intercambio epistolar que se va diluyendo ante el tiempo y la distancia, hasta que un día dejan de llegar noticias de la amada condesita.
Don Cristobal esperó, esperó que llegaran noticias de su amada, esperó que se derogara la ley de expulsión, esperó el regreso de la condesita, esperó... esperó...
En 1834 llegó una carta, ella trae la fúnebre noticia, la condesita había muerto un año antes, la carta del nuevo conde tio de la extinta condesita también le da cuenta como su sobrina le había contado como se enamoró de Don Cristóbal, de la huida a San Francisco, de los paseos... el conde había tomado la desición de respetar la voluntad de su difunta sobrina no reclamando los bienes regalados tan libremente a Don Cristobal, agregaba en la misiva que consideraba indudable la castidad de su sobrina, pero su conducta  había sido imprudente y se prestaba a malas interpretaciones, perjudicando la memoria de la condesita y al resto de la familia, motivo por el cual pedía a Don Cristóbal callar todo, lo bueno y lo que no parecía tan bueno.
Para Don Cristóbal todo esto era terrible, había perdido al amor de su vida y encima le pedían silencio, tomó papel y pluma, se dispuso a escribir al conde, y después de pensarlo decidió no hacer nada, quizás que el conde tenia la razón, nada se podía resolver, la condesita había muerto y un intercambio epistolar solo podría manchar la memoria de su amada, con gran pena en su corazón dejó el asunto por la paz.
Don Cristobal decidió quedarse con las propiedades pues ese había sido el último deseo de su amada condesita.




Hasta ahí esa parte de la leyenda.
Hay que entender que esta es una leyenda y como tal toma algunos hechos reales y otros no tanto, sumando una buena dosis de romanticismo y el hecho de que nadie la había dejado por escrito, es seguro que cada generación le sumara o restara elementos a dicha historia.
Pero podemos sacar algunos datos claros y comprobables, así podemos decir que Don Juan Jose García, Don Cristobal, la Condesita y su padre, la hacienda San Francisco, Don Guadalupe Victoria, Don Nicolas Bravo y Don Vicente Guerrero si existieron, el tio de la muchacha tiene posibilidades de haber existido, dice mi abuelo que la prueba de la existencia de la condesita y su tío son los fragmentos de la correspondencia entre ellos y Don Cristóbal, desgraciadamente esos fragmentos no llegaron hasta nosotros y las misivas son ahora parte de la leyenda.
Lo que si llega a nuestros dias es el testamento de Don Juan Jose Garcia, en la cláusula cuarta nos dice que “... les encargo a mis albaceas recojan la escritura del citado Rancho de Corralillos, al Sr. Lic. Don Esteban Paez vecino de Pachuca, pues esta está en su poder por que le había suplicado que cuando fuera a Mejico, biera si deslindaba con la Sra. Condesa, la disputa impuesta que hay sobre el cerro del Castillo...”(*) 



(foto tomada por Don Honorato García en 1919)

Es decir, para el 26 de enero de 1847 la condesa no solo no ha muerto sino que tiene una disputa impuesta por los linderos de el Rancho de Corralillos y la Hacienda de San Francisco.
El siguiente documento donde aparece la condesa esta fechado el 23 de agosto de 1849, este papel nos dice que la condesa y Don Cristobal llegan a un acuerdo en el asunto de los linderos, este importante documento cuenta con las firmas de Don Antonio Hurtado de Mendoza y la de Don Cristobal García, Don Antonio es el apoderado de la Señora Doña Dolores Caballero de los Olivos, nombre de la condesita.
El documento que sigue está fechado en 1852 en la ciudad de México, se menciona que compareció la Señora Doña Dolores Caballero de lo Olivos, mayor de edad y de estado viuda y vecina de esta capital donde se da fe de que es dueña de la hacienda nombrada de San Francisco Hueyapan y el rancho nombrado Tlasala las cuales tiene arrendadas a Don Cristobal García y donde dice haber recibido de Don Cristobal las cuentas y que no hay deuda que pagar, mas aún, estos papeles nos dicen que dichos bienes son vendidos a Don Cristobal en “...once mil pesos que declara la Señora Doña Dolores Caballero de los Olivos haberlos ya recibido y pasaron a su poder en moneda doble de plata contadas a su satisfacción...” lo cual nos deja varios asuntos muy claros:
La Condesa se llamaba Doña Dolores Caballero de los Olivos, hemos encontrado a una Doña María Dolores Caballero de los Olivos y Sandoval, casada con el 8º Conde del Valle de Orizaba, Don Andres Diego Suárez Peredo y Gorraes, entonces dueño de la casa de los Azulejos, es muy posible que se trate de ella.


En 1847 Doña Dolores había promovido una querella por linderos de su hacienda y el rancho de su vecino.
En 1852 vivía en la Ciudad de México, era ya viuda y vendió a Don Cristóbal García la Hacienda de San Francisco Hueyapan y la de Tlasala por once mil pesos.
Nada mal para una mujer que se supone habría muerto en 1833.




Hace unos días, visitando a mi madre, nos dimos a la tarea de revisar una maleta llena de documentos que ella tiene, entre ellos encontramos un papel escrito a mano por mi abuelo, en el describe a la condesita, son solo unas lineas, aquí las transcribo tal cual:


"Durante varios minutos se quedó pensando la señora condesa. Yo la contemplé. Era linda, muy blanca, pelo rubio, que vista tan cerca (a aproximadamente cien metros) parecía oro metálico, ojos verdes, nariz corta y graciosa.
Perdón por la impertinencia después de años"


La palabra "aproximadamente" está tachada, mi abuelo no incorporó estas lineas en su escrito de la Familia García.

*Hemos querido dejar la ortografía tal como está en el documento, estamos convencidos de que en todo caso es mas importante el fondo que la forma.
La foto de el Castillo es de 1919,aunque muy posterior es el mismo lugar al que se hace referencia.




Le queremos dedicar esta entrada a nuestra linda amiga Mimí, con sus puentes salva distancias y tiempos.